Juicio a una Zorra, una reflexión sobre la curiosas razones en las que se enreda el honor.
- Lorraine Ciudadella
- 25 feb
- 3 Min. de lectura
*Texto publicado en Revista Amarena Link - https://amarenamag.com/juicio-una-zorra-una-dura-reflexion-a-traves-de-helena/
JUICIO A UNA ZORRA, UNA REFLEXIÓN SOBRE LA CURIOSAS RAZONES EN LAS QUE SE ENREDA EL HONOR
Este sábado fue de teatro. Asistí a la obra-monólogo Juicio a una zorra, que retrata la audiencia pública a Helena de Esparta en la que es cuestionada sobre toda su existencia. Helena, mujer histrionica, fue juzgada, vejada y menospreciada por la ÚNICA decisión que pudo tomar en la vida: Entregarle su amor a Paris, príncipe de los troyanos.
La audiencia es dirigida paradójicamente por su padre, el hombre que la concibió fruto de una pasión extramarital indecorosa, quien en un acto que se podría clasificar de zoofilia (ja) convertido en cisne preña a Leda de dos huevos (ja-ja) de donde nacerían Helena y otros hermanos.
Aunque Helena no decidió nacer ni ser concebida, fue dotada con una belleza superlativa: La más bella de entre todas las mujeres, narrarían las epopeyas. Su belleza —otra cosa que no pudo decidir— fue sin embargo, también su maldición. Raptada, desposada y violada desde los 9 años, Helena recibiría más tarde una bendición de Afrodita: La de sentir amor profundo y verdadero por Paris, príncipe de Troya, quien estaba profunda y genuinamente enamorado de ella.
Lo agridulce de esta bendición es que en realidad este amor era una recompensa prometida de Afrodita a Paris por beneficiarla en un concurso de belleza en el pasado. El sentimiento entonces, aunque quizá no fue espontáneo para Helena, si lo fue genuino, y para ambos significó lo mismo bendición y maldición.
En este monólogo, Helena narra la suma de acontecimientos que la llevaron a su cruel final: No el de la muerte (ojalá) sino el de la eternidad anhelando a su amado, quien murió en sus brazos ya no enamorado, sino arrepentido, herido en la guerra que desató su amor hacia Helena y que devino en la caída de la gran Troya, expirando su último aliento con desdén y dudoso de si tanta pasión habría valido la pena.
“Su último aliento fue también el mío” recita Helena sin embargo enamorada.
Curiosas son las razones en las que se enreda el honor. Para los espartanos, la lucha contra Troya significaba la recuperación del “honor” (whatever that means) (to them). A Helena, su reina, querían recuperarla, no para rescatarla (No fue rapto, fue fuga: Ni estaba en peligro ni deseaba regresar a Esparta) sino para "recuperar el honor”. Solo castigándola en su propia ciudad y bajo sus propios métodos, volverían a ser hombres.
No era el rescate de Helena el que importaba, era el de su ego: No hay honor en ello. “Le llamaban honor y era codicia” manifiestaría Helena en pleno juicio.
En el exilio, Helena, condenada y a la vez, convencidamente enamorada, se rinde al sentimiento de amor:
“Hazme si quieres padre, polvo en el camino: Seré Polvo enamorado. Apiádate de mi y haz de mi aunque sea un grillo: Cantaría mi amor por Paris hasta el último suspiro”
Esta antigua tragedia retrata un dilema aún tan vigente a nuestros días, sobre como en la conquista de la mujer más bella del mundo por los más poderosos hombres y valientes guerreros, no entra ni el amor romántico de los galanes ni el corazón de ella en la ecuación, mucho menos el honor: Es la conquista de ellos por su propio ego, el de ganar y poseer a una mujer como ‘trofeo’ y por sobre cualquier uso de razón.
¿Y Helena? ¿Donde queda Helena? ¿Es para ella el amor ambrosía o maldición?
Ya lo dijo el rapsodo contemporáneo Alejandro Saenz: Ojalá pudiera mandar en el alma (😜)
Ya este fin de semana se celebrarán las últimas funciones luego de poco más de un mes de temporada. La actuación de Claudia Marín es epopeica y bajo la dirección de Rennier Piñero la puesta es extraordinaria. Una excelente opción para el fin de semana del amor, el desamor y el amor propio. La cita es en el Auditorio del Centro Cultural Fatima y los boletos se encuentran en Arema.Mx

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