Viaje a Tierra Santa (Pt 1)
- Lorraine Ciudadella
- hace 23 horas
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Actualizado: hace 2 horas
Acabo de regresar de mi viaje por Israel, Jordania y Palestina... En tiempos de guerra esto podría ser una odisea.

Si que es verdad que estas naciones se encuentran en batalla permanente desde hace décadas, por lo que tristemente no debería ser novedad, pero hace un par de años la agresividad del conflicto armado volvió a uno de sus acentos mas violentos y la incertidumbre social, sanitaria y de seguridad pública están a la orden del día. La controversia no es sólo religiosa: Es también cultural e ideológica.
Como sabemos, estos países son relevantes para las tres principales religiones monoteístas del mundo. Durante siglos la denominada Tierra Santa se disputó entre musulmanes y cristianos, pero hoy en día el conflicto pasó a ser entre árabes e israelíes, y aunque algunos utilicen la religión como pretexto, esto ha quedado en segundo plano y a estas alturas podríamos asumir que se trata en realidad de un asunto de (in)tolerancia y territorio. Pero podrían correr páginas y lo vamos a dejar para otro día.
Judíos, musulmanes y cristianos —y las respectivas denominaciones de cada cual— consideran estas tierras como sagradas, pues aquí vivieron, predicaron y acontecieron los eventos históricos de sus profetas y mesías.
Para al menos dos de estas tres religiones, no solo es un asunto de nostalgia y preservación histórica: En su sagrada escritura está indicado que esta zona geográfica es la elegida por Dios para su pueblo: Aquí deben vivir y desde aquí los van a salvar.
Tristemente en nombre de Dios se han cometido las peores barbaries de la historia del mundo. También del amor y el dogma es cabrón…But so I am.

Lo más bonito de viajar para mí es contemplar las arquitecturas y los paisajes, pero detrás de ambos está la gente que los desarrolló y los preserva por siglos. Por esto es crucial entrevistarse con los locales: No solo preguntarles y que respondan (o no) sino observarlos y hacerse con ellos en su cotidianidad hasta borrarse uno lo más que se pueda para que actúen y se comporten de la manera más natural posible: Así uno entiende muchas cosas que jamás se explicarían en los folletos de turismo ni en los libros de historia.
Los humanos somos animales, la neta: Predecibles y muertos de miedo. Todo lo demás es un escudo de defensa, ataque y atracción cargado de semiótica y significación. En ese sentido hay actitudes colectivas que se respiran en el ambiente: A pesar de todo aquí las religiones son un eje determinante en la vida de los ciudadanos.
Partiendo de esto, me dio la impresión por ejemplo de que en Israel hay cierta manera en que se desenvuelven las personas de la fe dominante. La mayoría de las veces los judíos sin ser groseros, procuran no mezclarse con gente que no sea de su religión o al menos eso percibí en los espacios públicos como explanadas, restaurantes o elevadores. No interactúan casi, apenas te saludan y hasta evitan cruzar mirada. También se siente cierto espíritu en el que al interactuar con personas de otras religiones lo hacen con distancia… A mi percepción es como si se asumieran los dueños del territorio y los demás fuéramos visitantes a quienes nos permiten jugar en su jardín, pero de preferencia no te quedes a dormir, o no por mucho tiempo.

Respecto a los cristianos, por más contraintuitivo que parezca, casi no los ves. No es que se escondan, es que casi no hay. Paradójicamente también en Israel, quizá el país más representativo de la Tierra Santa donde nació, creció y murió Cristo, solamente el 2% de la población es cristiana y está repartida entre las diferentes denominaciones católicas y ortodoxas.
En mi caso, si conviví de mi primera mano con suficientes personas cristianas, pues los anfitriones de nuestro viaje lo eran. En ese sentido, también pude notar una comunidad que aunque pequeña, fuerte y resiliente. Los cristianos se apoyan mucho entre ellos, incluso perteneciendo a diferentes denominaciones. Sin excluir a las demás religiones, priorizan recomendarse entre ellos para productos y servicios, restaurantes, paseos, artistas y amistades. Se nota mucho y muy claro que buscan apoyarse y resistir en medio del caos y la diversidad.

Finalmente, los musulmanes fueron muy amigables. Eran muy curiosos, más espántanos e interactuaba mucho con nosotros. Evidentemente es muy rápido identificarnos a los visitantes por nuestra apariencia y lenguaje; ellos de inmediato hacían contacto visual, te saludaban en la calle, sonreían, te daban la mano, te preguntaban tu nombre y de donde venías, y con tan solo esta información ya tenían suficiente material para hacerte una plática completa y hasta sacarte anécdotas: Qué si alguna vez habían visitado tu país, que si conocían a alguien más con un nombre igual o parecido al tuyo, que si les gustaba tu ropa, que si les recordabas a alguien, qué si conocían a alguien que se dedica a lo mismo que tú, etc. Cuando te despedías literalmente te agradecían estar visitando su tierra. En muchas ocasiones hasta recibías regalos, no solo si se trataba de algún vendedor en una tienda, también en restaurantes, cafeterías y hasta en la calle. Literalmente desconocidos en la banqueta de su casa te invitaban a pasar a compartir con ellos la hora del café. Esto me parece preciosísimo y de suma relevancia, sobre todo para los que venimos del otro lado del mar y tenemos como vecino a Estados Unidos, pues durante décadas los medios de comunicación nos han literalmente vendido una imagen terrible de ellos.

A los primeros no los juzgo. Ni soy Dios ni es mi estilo. Pero tratando de entenderlos, hay razones de sobra para tratar de justificar su esencia. La humanidad no los ha tratado de manera amable especialmente en el siglo 19 y 20. “Están medio ciscados” diríamos en mi pueblo. Eso quiero pensar. Sin embargo, ojalá pudiéramos recordarnos cada 5 minutos que de hecho somos todos visitantes en el jardín de alguien más, y que también, las fronteras político-geográficas que definen los límites y la morfología de estas naciones, fueron trazadas y decididas, la mayoría en salones de reino y salas de juntas por personas de otras naciones que ni fueron a la guerra: Así de frágil es la nacionalidad (whatever that means) pero ¿Y la identidad? Esa se alza por encima de todo y va mucho mas allá de la vestimenta, el idioma o el aspecto físico: Tiene que ver con valores, modos, tratos, maneras… Y solo puedes en realidad conocer a una persona o a una comunidad hasta que interactúas suficientemente con ella.
Luego aparecen otras religiones catalizadoras, como la Bahá'í, bastante joven (del siglo 19) que también reside aquí. Para ellos cada profeta, cada mensajero y cada enviado es verdadero e importante, pero pertenece a su tiempo. Ellos reconocen lo mismo a Moisés que a Abraham; a Jesús que a Mahoma. Me gusta de ellos su pluralidad que es imparcial, y su tolerancia y respeto a la diversidad. Me gusta de ellos también su clamor por los jardines, aquí están los más importantes de su mística. No será casualidad: La palabra jardín, que viene obviamente del persa (que fueron de los primeros en promover esta disciplina) tiene la misma raíz etimológica que Paraíso.

Visitar esta tierra es entender por qué tanta gente se aferra a luchar por ella: Es preciosa. Sus paisajes a medio camino entre el desierto y el mediterráneo no son para cualquiera, pero sorprenden con prudentes oasis aquí y allá, son literalmente la cuna de la humanidad y enmarcan los hechos históricos que todos ya conocemos y que hasta servían de razón para justificar milagros.
Es lamentable a estas alturas atestiguar de la humanidad el cómo existen personas que convencen a naciones enteras de que, con pretexto de algún asunto o dogma religioso, pueden segregar, atacar y hasta eliminar a otras. Es más lamentable atestiguar que hay gente que los sigue y apoya: No sé si en realidad convencidos, o les sirve también a su vez la religión de pretexto para justificar su intolerancia y odio… Pero también, hay quién usa la religión de ‘pretexto’ para ayudar a desconocidos, incluso si no comparten la fe. Por esta razón especifica estoy convencida de que nunca en la historia de la humanidad ninguna guerra ha sido en realidad por asuntos religiosos.

En mi caso vengo a este viaje como parte de una organización religiosa, reunida por un sacerdote del centro de México llamado Arturo Cornejo. Él organiza este y otros viajes para financiar proyectos comunitarios muy loables mucho más allá de iglesias tales como centros de salud y salud mental, casas de asistencia y migración, centros de rehabilitación y hasta pozos y cisternas de agua en zonas en desabasto. No tenía el gusto de conocerlo personalmente sino hasta ahora y me llevé una muy buena impresión.
Sin embargo, esta será la primera de varias entradas que se publicarán aquí y en varios medios sobre la travesía por esta tierra sin entrar en temas religiosos dogmáticos. Buscaré narrar la experiencia de visitar esta región del mundo a fin de compartir con ustedes mi perspectiva sobre la belleza de estos lugares y la relevancia que tiene para la humanidad en general. Estoy convencida que lo que hace especiales a los espacios y a las cosas, no es el lugar ni la cosa en sí misma, ni si quiera su historia, sino el cuidado, el amor, el respeto y la preservación que le rinden las personas para las que les es relevante. A esto lo llamo el misterio de las cosas, y no es sino la humanidad demostrándose a sí misma.
… y sin embargo: Aquí Dios amó.

Viajar a Tierra Santa en tiempos de guerra, post by Lorraine Ciudadela, all rights reserved.
Me encantó tú imparcialidad, tú honestidad. La manera en la que ves el mundo, a las personas es muy especial, llena de empatía y curiosidad pero, desde un lugar hermoso, desde tu honesta curiosidad de conocer, conectar y vivir y experimentar lo que es nuestro mundo y los que habitamos en él. Gracias por este preámbulo a lo que estoy segura será una serie de artículos maravillosos.